La mente y la búsqueda de la felicidad en el budismo

Una reflexión de Lama Zopa Rimpoché acerca de cómo el Dharma es la vía budista para erradicar los diversos padecimientos de nuestra mente, en un fragmento de su libro Las cuatro nobles verdades. Una guía para la vida cotidiana.

En nuestra vida cotidiana, lo que hagamos con nuestra mente, con nuestra palabra y con nuestras acciones, deja huellas en nuestra consciencia. Cada momento de pensamiento, de palabra y actividad planta semillas dentro de nuestro continuo mental.

Es como grabar un vídeo. Cuando hacemos una película, la imagen del objeto filmado es capturada por nuestro dispositivo. Cuando las condiciones se presentan, en el momento de editar el vídeo, conectarlo a un proyector y encenderlo, la imagen es proyectada. Aparece y todos pueden verla en la pantalla. De la misma manera, nuestras acciones crean huellas en nuestro continuo mental que se manifiestan cuando las condiciones maduran.

Nuestras acciones positivas, también llamadas buen karma, dejan una huella positiva en nuestra mente. Cuando las causas y condiciones se reúnen para que una huella positiva se cristalice, vemos de pronto algo hermoso como el florecimiento de una flor, o experimentamos la oportunidad de compartir algo que disfrutamos. Por ejemplo, podemos cruzarnos de manera inesperada con un muy buen restaurante donde sirven unos platos deliciosos. Estas son las maduraciones de semillas positivas pasadas que han sido dejadas en nuestro continuo mental en vidas anteriores, incluso tropecientos eones en el pasado.

Aunque todos hemos realizado algunas acciones positivas, también hemos sido controlados, a lo largo de innumerables renacimientos, por los engaños de la ignorancia, el apego, la ira y el orgullo. Nuestra mente ha estado, durante mucho tiempo, afectada por estos engaños, los cuales, a su vez, influencian nuestras acciones. Durante mucho tiempo, nuestro continuo mental ha cargado con esas huellas.

Esta habituación es la razón detrás de nuestra incapacidad para aplicar las enseñanzas del Buda en todo momento, aun estando familiarizados con ellas intelectualmente. No podemos aplicar los antídotos de forma efectiva en los momentos en los cuales más lo necesitamos. A menudo olvidamos por completo las enseñanzas en el momento en el cual surgen los engaños. Y, sin embargo, las enseñanzas son medicina para nuestra mente agitada.

Cuando estamos enfermos –sea que padezcamos una jaqueca o un dolor de estómago, o suframos un ataque cardíaco, infecciones o dolor de muelas–, tomar un tipo de medicina puede poner fin a una de las dolencias, pero no a todas ellas. Si estamos sufriendo varias enfermedades, necesitamos ver al médico para recibir una prescripción apropiada para cada una de las enfermedades, y luego tomar esas medicinas para recuperarnos.

Ocurre exactamente lo mismo con nuestra mente. Padecemos varias enfermedades, como por ejemplo la enfermedad de la ignorancia, el apego, el orgullo, la envidia, y una variedad de aflicciones mentales sutiles y burdas. Esto produce sufrimiento mental, y para ello se necesitan remedios específicos.

Por ejemplo, cuando emerge la enfermedad mental de la ira, ¿cómo aparece y cómo se siente? ¿Estamos a gusto cuando estamos enfadados? No, no estamos cómodos, ni estamos alegres. Se siente más bien como si tuviéramos una hoja de acero afilada clavada en el corazón. Nuestra experiencia es similar con la aflicción mental del orgullo, se siente como si una enorme montaña escarpada estuviera atascada dentro de nosotros. Y cuando somos cautivos del apego nos sentimos constantemente ansiosos y tensos, ¡como si alguien estuviera arrancándonos el corazón!

¿Por qué nuestra mente está tan a menudo perturbada y disgustada? Esto ocurre porque no hemos comprendido que la principal causa de nuestra infelicidad está dentro de la propia mente. Desde siempre hemos asumido que la causa principal de la infelicidad es externa, por ese motivo siempre intentamos manipular el entorno exterior para encontrar la felicidad.

Cuando esto fracasa, culpamos a los otros, y no se nos ocurre mirar dentro, intentar desarrollar nuestra mente.

Incluso cuando tratamos de investigar nuestro yo interior, lo hacemos con una comprensión errónea, la cual solo aumenta nuestra confusión. Si no nos embarcamos en el camino del Dharma que conduce a la felicidad última, no la actualizaremos. No obstante, tenemos el potencial para lograrlo, siguiendo el camino que elimina la raíz del sufrimiento, las emociones aflictivas y los engaños que están impresos en nuestra mente. Cuando logremos arrancar de raíz los engaños, no habrá obstáculo alguno a la felicidad eterna.

Lamentablemente, por lo general saboteamos la búsqueda de nuestra propia felicidad. Cuando alguien nos sugiere que leamos un libro del Dharma, o que escuchemos las enseñanzas del Dharma, el orgullo o la pereza nos envuelven. Pensamos: «Ya sé todas esas cosas. No necesito volver a escucharlas».

Si pensamos de este modo, nos sentiremos perdidos durante los períodos críticos de nuestra vida, incluso si hemos leído muchos libros del Dharma o escuchado muchas enseñanzas.

Nos sentiremos derrotados, como si nunca antes hubiéramos encontrado las enseñanzas. Peor aún, culparemos o dañaremos a otras personas pensando que, a través de ese comportamiento, lograremos lo que queremos, aunque fracasaremos en la tarea de implementar una solución real: chequear y dirigir nuestra mente.

Las enfermedades físicas pueden ser curadas por medio de la medicina apropiada, pero no es tan fácil curar la enfermedad interior del pensamiento engañoso. Los pensamientos perturbadores pueden incapacitarnos, de modo que tomamos pastillas que nos anestesien frente al dolor o tratamos de dormirnos esperando que la inconsciencia nos libere de la agonía mental por un tiempo.

Sin embargo, estas enfermedades interiores no pueden curarse con medicina exterior. Por ese motivo, necesitamos estudiar el Dharma y utilizarlo para erradicar las enfermedades interiores que llevan al sufrimiento, no solo en esta vida, sino en una vida tras otra.

¿Tenemos alguna oportunidad para lograr la felicidad? ¡Por supuesto que la tenemos! Pese a que la naturaleza de la mente está actualmente oscurecida por los engaños, la mente no es igual a los engaños, como el cielo no es igual a las nubes que flotan en el espacio. Las nubes se forman debido a causas y condiciones, pero desaparecen cuando esas condiciones cambian. Cuando el cielo se aclara, los rayos del sol lo atraviesan, nutriendo la tierra y ofreciendo goce a muchos seres vivos.

De igual modo que el tiempo nubloso es temporal, la mente egoísta, con sus engaños y errores, es temporal. No es eterna. Los oscurecimientos de la mente, como las nubes, aparecen debido a causas y condiciones, por ello pueden ser removidos a través de diferentes causas y condiciones. Esta mente puede liberarse del engaño y asegurarse una felicidad duradera.

Los aldeanos en el Tíbet ponen leche en mantequeras de madera, se aseguran de que todas las condiciones sean las correctas, y luego diligentemente baten la leche. A partir de esa leche se produce una manteca rica y dorada.

De la misma manera que la leche contiene el potencial para la manteca, la mente contiene el potencial para la felicidad. Podemos desarrollar nuestra mente completamente a través del estudio y la aplicación de los métodos del Buda y, gracias a ello, ser capaces de entender la mente de todos los seres sentientes, conocer los métodos más apropiados para ayudarlos, y guiarlos hacia la felicidad incomparable. Al buscar la felicidad eterna, podemos asegurarnos, no solo nuestra propia felicidad, sino también la felicidad de todos los seres. Este es el potencial de nuestra mente.

¡Es asombroso y extraordinariamente maravilloso de qué modo podemos beneficiar a otros con nuestra mente! Nuestro precioso cuerpo humano nos ofrece la oportunidad ideal para satisfacer nuestras propias aspiraciones y también la de los innumerables seres vivos.

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