Los concilios y el Canon Pali

«El Canon Pali recoge literatura que abarca todos los ámbitos de la vida humana y está dirigido a todo tipo de personas, independientemente de su bagaje cultural o desarrollo intelectual. Por momentos infringe la lógica, cae en abiertas contradicciones y presenta relatos sobrenaturales que son insostenibles desde un punto de vista racional o científico. Es decir, estamos ante un relato mítico que hay que interpretar desde un punto de vista simbólico y no literal». Fernando Rodríguez Bornaetxea en este fragmento de su libro Mindfulness. La atención consciente.

Aunque no se sabe la fecha exacta, después de la muerte del Buda se celebró un concilio para establecer las normas monásticas, doctrinas y prácticas que había enseñado. Todavía no se recurría a la escritura, pero los monjes estaban acostumbrados a recordar de memoria gran cantidad de información basándose en sofisticados métodos mnemotécnicos. Utilizaban un estilo a base de fórmulas y repeticiones que es el que todavía se conserva en los suttas (discursos) escritos. Tenían costumbre de recitarlos en verso, y es muy probable que los cantaran para memorizarlos mejor.

Unos cien años más tarde, se celebró un segundo concilio en el que se puso de manifiesto que cada grupo realizaba una interpretación diferente de las doctrinas y prácticas que se recordaban. Este concilio presenció la primera escisión dentro del budismo, una bifurcación que tuvo importantes consecuencias históricas, que llegan hasta nuestros días. Aparece una tendencia hacia la idealización y divinización de la figura del Buda. Los antecesores de lo que hoy es el budismo Mahayana entendían que todos los actos del Buda desde su nacimiento fueron inmaculados, que jamás había experimentado un momento de deseo, odio o ignorancia, incluso antes del «despertar». Esta afirmación suponía que nadie sería realmente capaz de llegar al «verdadero despertar» y que el Buda era un ser trascendente, no un hombre común. Esto convertía su Dhamma, su enseñanza, en una religión al uso y la despojaba de su mayor virtud, la posibilidad de que cualquier persona que siga el método con honestidad, perspicacia y perseverancia puede liberarse del sufrimiento. Una tensión que se ha explicado como «innatismo» Mahayana frente a «constructivismo» Theravada.

Debido a la dificultad de memorizar el gigantesco corpus de enseñanzas, los monjes se fueron especializando. Había «recitadores de discursos largos», «recitadores de discursos medios», etcétera. Esa fue la estructura que se tomó como base y que, más o menos, se ha mantenido hasta hoy. Como se dice que el Buda hablaba del «sendero» como su enseñanza y de la «disciplina» como las normas para la vida monacal, los textos se dividieron entre los discursos o suttas, las normas para los monjes o vinaya y un tercer grupo que lo formaban una miscelánea de enseñanzas. Los suttas, a su vez, se dividieron en cuatro bloques: los largos, los medianos, los agrupados (por temas) y los numéricos (en los que se hablaba de elemen‐ tos que se organizaban en pares, en grupos de tres, de cuatro y hasta de once).

Pasados otros cien años, un tercer concilio auspiciado por el rey Ashoka continuó con el trabajo de corregir malas interpretaciones y comenzó a desarrollarse el Abhidhamma, un análisis extraordinariamente detallado de los principios que gobiernan los procesos físicos y mentales que, a la postre, constituyó la tercera parte del Tipitaka o Canon Pali. Gracias a Ashoka, la enseñanza del Buda entró en Sri Lanka, donde sería conservada por mucho tiempo. Precisamente, con el objetivo de proteger la enseñanza de posibles pérdidas, ocasionadas por invasiones o hambrunas, los monjes cingaleses escribieron por primera vez todos los textos recordados en hojas de palma. Los textos, que fueron escritos en el siglo I a.C., se guardaban en cestas diferentes: Vinaya, Suttas, Abhidhamma, y por eso se considera dicho canon en lengua pali la más fidedigna transcripción de la enseñanza del Buda, y es conocido como Tipitaka, que significa «tres cestas» en pali.

Durante el reinado del emperador Ashoka, la escuela Sarvastivada también se separó de la corriente principal. De acuerdo con la escuela Theravada, después de que este concilio reafirmara su interpretación, el emperador envió misiones para introducir el budismo a nuevas regiones, tanto dentro de su imperio como más allá de él, en el actual Pakistán, el actual sureste de Afganistán, el sur de la India, Sri Lanka y Birmania. Otras tradiciones no registran este concilio del mismo modo en que lo hace la escuela Theravada.

Después de la muerte del emperador Ashoka, la escuela Sarvatisvada se introdujo en Cachemira. Desde allí, se extendió al actual Afganistán. Hacia el año 190 a.C. la escuela Darmagupta también se irradió por el actual Pakistán, Afganistán, Irán, Asia Central y hasta China. Los chinos adoptaron la versión darmaguptaka de los votos de monjes y monjas. Con el paso de los siglos, esta versión de las reglas monásticas de disciplina fue transmitida a Corea, Japón y Vietnam.

Las escuelas Theravada y Sarvastivada celebraron cada una de ellas su propio cuarto concilio. La primera lo celebró en el año 83 d.C. en Sri Lanka. Por primera vez, con el fin de pre‐ servar su autenticidad, las enseñanzas del Buda se plasmaron en forma escrita en el idioma pali. De ahí procede la primera versión del Tipitaka o Canon Pali. No obstante, las otras escuelas continuaron transmitiendo las enseñanzas en forma oral y cada una reflejó sus propias posiciones sobre muchos puntos de la enseñanza en la cesta del Abhidamma.

Mientras tanto, la situación política en el norte de la India, Cachemira y Afganistán estaba experimentando cambios importantes. La dinastía Kushán, que duró hasta el año 226 d.C., se extendió desde el actual Tayikistán, Uzbekistán, Afganistán y Pakistán, a través de Cachemira y el noroeste de la India, hasta la India central. Unió la Ruta de la Seda con la desembocadura del río Indo y puso al budismo en contacto con otras culturas. A través de estos flujos de ideas, el budismo entró a China.

Por su parte, la escuela Sarvastivada celebró su cuarto concilio en Cachemira. El concilio codificó su propio Abhidhamma y supervisó la traducción al sánscrito del Tipitaka. Entre los siglos IV y V d.C., la escuela Mulasarvastivada se separó de la corriente principal de Cachemira. A finales del siglo VIII d.C., los tibetanos adoptaron su versión del Vinaya, que, en siglos posteriores, se extendió desde el Tíbet a Mongolia y a algunas regiones de Rusia.

No volvieron a realizarse concilios hasta el de 1871, celebrado en Mandalay, Birmania. En esta ocasión el rey Mindón ordenó inscribir el Canon Pali en 729 planchas de mármol agrupadas alrededor de una pagoda, la Kuthodaw Pagoda, denominada por algunos el libro más grande del mundo.

En 1954, seis años después de la independencia de Birmania del Reino Unido, los líderes religiosos y laicos del budismo Theravada decidieron convocar el Sexto Concilio Budista para conmemorar los 2.500 años de la muerte del Buda. Monjes de diferentes países de tradición Theravada, así como budistas de todas partes del mundo, asistieron a este concilio. Como en concentraciones anteriores, se recitaron las enseñanzas y, como resultado, se publicó una edición del Canon Pali, sus comentarios, subcomentarios y otro material asociado. Esta edición, denominada la edición del Sexto Concilio, es considerada como la de más autoridad entre las ediciones existentes de los textos budistas de la tradición Theravada.

Hacemos este recorrido histórico para poner de manifiesto que los textos del Canon Pali, aun siendo los más reconocidos de la tradición del Buda, han sufrido muchas peripecias y no son aceptados por todas las escuelas budistas. Pretenden ser las palabras literales del Buda. Nada sabemos de los monjes que los compilaron y corrigieron, una y otra vez, tanto durante los quinientos años de transmisión oral como durante los dos mil años de transmisión escrita.

No hay forma de distinguir las historias y los sermones auténticos de los inventados. Además, el manuscrito pali más antiguo que se conserva solo cuenta con quinientos años de antigüedad. En definitiva, no disponemos de información suficiente que pueda satisfacer los criterios de la historiografía científica.

El Canon Pali recoge literatura que abarca todos los ámbitos de la vida humana y está dirigido a todo tipo de personas, independientemente de su bagaje cultural o desarrollo intelectual. Por momentos infringe la lógica, cae en abiertas contradicciones y presenta relatos sobrenaturales que son insostenibles desde un punto de vista racional o científico. Es decir, estamos ante un relato mítico que hay que interpretar desde un punto de vista simbólico y no literal. Aun así no cabe duda de que la cosmovisión budista se puede considerar una de las más antiguas, coherentes y de las más extendidas del mundo. Como en todo relato mítico, lo importante no es su racionalidad o credibilidad. La continua revisión y reinterpretación de los textos es un valor añadido más que un problema hermenéutico.

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