¿Por qué el Yoga se considera una ciencia?

Por su carácter metodológico y su profunda exploración a través de la experiencia directa del cuerpo y la mente humana, el yoga tiene, como afirma Naren Herrero en este fragmento de su libro Hinduismo para la vida moderna, ciertos atributos que nos permiten considerarlo una ciencia. A través de la etimología y las citas de diversos maestros hallaremos las similitudes entre el yoga y la ciencia.

Definir el Yoga con mayúsculas puede ser complejo y largo, aunque a nivel descriptivo se suele decir que es una «ciencia». Esta definición del «yoga como ciencia» puede sonar a frase hecha, especialmente en una sociedad moderna que se basa en el paradigma materialista y considera como único válido el conocimiento científico basado en criterios externamente objetivables y medibles. En este contexto, una disciplina que investiga la esencia trascendental del ser humano resulta, al menos, sospechosa.

Para empezar, creo que sirve ver la palabra sánscrita original que generalmente se traduce como «ciencia», es decir, vidya, que también puede significar «conocimiento» o «saber». La raíz verbal es √vid que quiere decir «conocer» y está relacionada con «ver», en el sentido de que para saber algo no basta con creerlo, sino que hay que experimentarlo o, usando una expresión popular, «verlo con los propios ojos». Como se empieza a notar, esta idea no es muy distinta de la del pensamiento científico moderno.

Ya que estamos, veamos la etimología del término occidental «ciencia»: viene del latín scientĭa que quiere decir, ¡oh casualidad!, «conocimiento» y que deriva de scire y scindere, en el sentido de «distinguir, separar una cosa de otra». Hasta aquí hay similitudes. Sigamos entonces con la definición actual de ciencia según la RAE: «Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente».

Pues el Yoga, entendido en sentido amplio, se basa en la «autoobservación» (sin perder la relación con el cosmos), utilizando el pensamiento «racional» (aunque no limitándose a él), para obtener un «conocimiento» que ha sido diversamente «organizado» por diferentes corrientes filosóficas, presentando «reglas generales» que, durante milenios o centurias, han demostrado «repetirse y confirmarse» de forma directa y «experiencial» en el laboratorio psicofísico, energético y espiritual de miles de personas. Como ejemplo, veamos esta frase del yogui y maestro indio Yogi Gupta, que podría aplicarse a la más rígida de las ciencias exactas:

«La filosofía del yoga comienza con la concepción de que cualquier idea que no sea confirmada por la experiencia debe mantenerse como mera especulación».[1]

Por más que uno esté muy seguro de lo que sabe, en general uno no tiene experiencia directa y personal de todo su acervo, sino que se basa en la deducción y, sobre todo, en la experiencia directa de otras personas. La mayoría de nosotros no hemos comprobado con un telescopio que la Tierra gire alrededor del sol; sin embargo, lo consideramos totalmente cierto. ¿Basados en qué? Mi experiencia de ver moverse el sol podría muy bien deberse a que es el astro rey quien gira alrededor de la Tierra, como se creía en Europa hace «solo» 500 años. Sin embargo, uno cree en lo que dicen los científicos porque ellos lo han confirmado empíricamente de forma directa. De la misma forma, las verdades que enseña el Yoga también están basadas en las experiencias directas de terceros, que en este caso no se denominan «científicos» sino rishis o yoguis, algunos de ellos milenarios, pero otros actuales y activos.

Parafraseando a Swami Vivekananda en su famoso libro Raja Yoga, se puede decir que en las ciencias exactas es más fácil encontrar la verdad porque su campo de estudio (visible, medible) es rápidamente identificado con las experiencias particulares de cualquier ser humano o con una experiencia universal de la humanidad. Es decir, la Ley de Gravitación es considerada verdadera porque, aunque nunca hayamos dejado caer una manzana al suelo adrede, sí hemos tenido experiencias similares de objetos caídos que la confirman.

En la «ciencia del Yoga», en cambio, esta base experiencial es más reducida ya que se trata de un ámbito menos tangible, menos visible y al que estamos poco educados a prestar atención, ya que va más allá de la percepción sensorial, tanto física como mental, e incluso más allá del limitado, aunque no por eso inútil, conocimiento intelectual.

La sociedad moderna, junto con su paradigma cientificista, solo acepta como cierto aquello que se puede ver y medir de forma externa. Para la tradición yóguica, sin embargo, el conocimiento externo es «conocimiento parcial», ya que no incluye la experiencia total, es decir, el conocimiento completo. Yogi Gupta dice al respecto:

«La única forma de conocer algo tanto interna como externamente, por ejemplo una manzana, es identificarnos con eso, ser uno con eso».[2]

Los antiguos sabios, al igual que cualquier científico, afirman tener un método de investigación para esta ciencia del autoconocimiento, a veces llamada atma vidya, la «ciencia del propio ser», y cuya conclusión muchas veces es que «todo ya está dentro de uno». Este método incluye observación directa, pues de lo contrario no sería más que teorizar. Obviamente es más fácil observar el mundo externo porque hay instrumentos para ello (microscopios, telescopios, sismógrafos, aceleradores de partículas...), mientras que para investigar el mundo interno no hay casi herramientas de ayuda, excepto la propia mente, y hasta un cierto punto.

Asimismo, dice Vivekananda, que era famoso por su agudo intelecto, «uno debe usar su razón y su juicio; debe practicar y ver si estas cosas suceden o no», ya que «es errado creer ciegamente».[3] Y agrega:

«Los sabios declaran haber encontrado una verdad superior a la que los sentidos nos ofrecen y nos invitan a verificarla. Nos piden que sigamos el método y practiquemos honestamente y entonces, si no encontramos esa verdad superior, tendremos el derecho a decir que no hay verdad en dicha afirmación, pero hasta no haber hecho eso, no somos racionales negando la verdad de sus aseveraciones».[4]

No hace falta ahondar en el tema, pero decir que no existe la Consciencia o el Ser porque no los podemos medir con el limitado instrumental científico actual puede ser tan irracional como decir que no existe el viento porque no podemos verlo con nuestros ojos físicos. Así como en la ciencia moderna existe una hipótesis que debe ser comprobada o descartada, y eso no debería ser un sesgo para la investigación, en el Yoga hay una «hipótesis» que es la existencia de una «verdad superior», también llamada «Espíritu» o «Dios» u «Orden cósmico», y, por tanto, hay una cierta creencia o fe previas que son el punto de partida para la búsqueda de esa verdad. Sin embargo, no son cualidades indispensables para confirmar la hipótesis, de la misma forma que no hace falta creer que la Tierra es redonda para darle la vuelta. En este sentido, en el Yoga se habla de experimentar más que de creer, convirtiéndose uno mismo en el «tubo de ensayo» para la investigación.

Así pues, la respuesta al título de este texto es que el Yoga es una ciencia porque sirve para «obtener conocimiento», sobre la base de la experiencia directa personal y siguiendo un método específico.

¿Conocer qué? A uno mismo, su propia naturaleza más allá del cuerpo físico y de la mente, la cual es siempre permanente, dichosa y en paz, según dicen los sabios. ¿Alguien tiene dudas? Pues que se dedique a hacer las pruebas de forma dedicada y honesta y, si corresponde, que traiga las refutadoras conclusiones bien redactadas que sin problemas le publicamos el paper en Kairós (siempre que el director editorial, que se está enterando ahora de esto, lo permita).

Por supuesto, cuando definimos el Yoga como una ciencia la intención no es realmente equipararlo a la ciencia moderna, sino hacer hincapié en que es una disciplina que funciona, es decir, que lleva a ciertos resultados si se siguen determinados pasos. Al mismo tiempo, no podemos ignorar que el Yoga también es un arte, ya que requiere constancia y destreza, se domina de verdad cuando hay intuición y, sobre todo, solo tiene sentido cuando hay inspiración o, mejor dicho, cuando hay gozo en su ejecución.

Notas:

  1. Yogui Gupta. Yoga and long life. Yogui Gupta New York Center, Nueva York, 1983.

  2. Ibíd.

  3. Vivekananda, Swami. Raja Yoga. Brentano’s. Nueva York. 1920.

  4. Ibíd.

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