Nuestra relación con el cuerpo y cómo mejorarla con la meditación

«¿Qué relación mantenemos normalmente con nuestros cuerpos?», se pregunta Christophe André al inicio de este fragmento de su último libro, Tiempo de meditar. Como explica el conocido médico psiquiatra y psicoterapeuta, solemos mantener una relación utilitaria con nuestro cuerpo y, salvo en ocasiones en las que nos reclama –porque nos duele o tenemos molestias–, olvidamos la importancia que tiene prestarle atención y cuidarlo debidamente.

En este fragmento de Tiempo de meditar, Christophe André nos invita a repensar nuestra relación entre mente y cuerpo, y presenta la práctica de la meditación como una inmejorable oportunidad para conocernos y comprendernos mejor tanto a nivel mental como físico.

¿Qué relación mantenemos normalmente con nuestros cuerpos? Por lo general, tenemos una relación utilitaria: echamos mano de él como de una herramienta que utilizar para que nos permita hacer o sentir placer. A veces también, y no nos gusta, se acuerda de nosotros para hacernos sufrir. Y la mayoría de las veces, lo dejamos así: nos olvidamos de él y nos convertimos en puros espíritus, identificándonos con pensamientos y deseos...

Hay algo absurdo e irrespetuoso en este tipo de relación con nuestros cuerpos... Y, sobre todo, es un tipo de relación muy limitada: si nos tomamos la molestia de tenerlo un poco más en cuenta, nuestro cuerpo hará mucho más por nosotros. Pero ¿cómo podemos desarrollar una relación menos utilitaria y más igualitaria con nuestro cuerpo, una relación de asociación más que de dominación?

Esa es exactamente la ambición de la meditación, este arte de cultivar una mente móvil a través de un cuerpo inmóvil..., ¡pero completamente activo!

Somos entidades cuerpo-mente indisociables

Sobre la falta de respeto al cuerpo, esto es lo que Nietzsche tiene que decir: «Tengo algo que decirles a los que desprecian el cuerpo. No les pido que cambien su doctrina, sino que se deshagan de sus propios cuerpos; eso los dejará mudos». Irritación legítima y razonamiento implacable...

Somos entidades cuerpo‐mente indisociables. Lo que a veces se ha presentado como «el error de Descartes» –el establecimiento de un dualismo cuerpo‐mente– es en realidad una distorsión de su pensamiento: su dualismo es una distinción y no una oposición.

La mente no se opone al cuerpo, se distingue de él. Pero son, como diríamos hoy, profundamente codependientes. Sus destinos están asociados como los del jinete y su caballo, o los del mahout y su elefante; no tienen otra opción que llevarse bien, respetarse mutuamente y, mejor aún: ¡amarse y cuidarse entre sí!

El cuerpo y la mente son, pues, dos entidades diferentes, pero irremediablemente ligadas entre sí, como una pareja de ancianos. Lo constatamos a diario en medicina: para cuidar bien del cuerpo, hay que comprender lo que tienen nuestros pacientes en sus cabezas; y para cuidar sus cabezas, también hemos de enseñarles, a la larga, cómo cuidar de sus cuerpos. Lo que es cierto en medicina también lo es, como veremos, en la meditación, que, por otra parte, y a su manera, también es una forma de medicina.

Pero cuidado, respetar el cuerpo no es solo una concesión intelectual, por la cual nuestro cerebro reconocería la importancia de nuestra carne y luego pasaría rápidamente a otra cosa, convencido de su supremacía. Respetar tu cuerpo es prestarle atención todos los días...

Cambiar nuestra relación con el cuerpo

¿Cómo podemos cambiar concretamente nuestra relación con el cuerpo? ¿Y qué implica eso en la vida cotidiana? En primer lugar, por supuesto, se trata de cuidarlo: por ejemplo, permitirle moverse regularmente, a través del deporte, o mejor aún, a través del ejercicio físico, que es el deporte sin ninguna apuesta por el rendimiento o la superación de uno mismo o de los demás, y por lo tanto sin estrés; solo el placer de moverse y explorar las propias capacidades y límites. También es importante alimentarlo adecuadamente, con frutas y verduras a voluntad, permitirle descansar, dormir, que lo acaricien y masajeen, cuidarlo antes de que se enferme; en resumen, interesarse por él y su bienestar...

Pero también podemos ir más allá, hacer el esfuerzo de conocerlo mejor y explorarlo, como se propone en muchos ejercicios meditativos...

Meditación y cuerpo

Durante las enseñanzas de meditación, generalmente las primeras recomendaciones van dirigidas a la postura y la actitud física que servirá de base para el ejercicio: se indica que hay que sentarse «derecho y digno». Cuando empiezas, no hay necesidad de torturarse con una postura de loto o medio loto: sentarse en una silla es más que suficiente para trabajar bien.

Después, la tradición a menudo recomienda mantener los ojos cerrados o dirigir la mirada hacia el suelo, con los párpados semicerrados..., para así no agitar la mente innecesariamente con distracciones visuales.

Por último, al iniciarse en la práctica, no hay obligación de quedarse absolutamente quieto: puedes cambiar tu posición lentamente, reajustar la postura. No hay necesidad de esforzarse en permanecer inmóvil. La inmovilidad será una consecuencia de la estabilidad de la mente, no tiene por qué ser una restricción rígida.

Esta postura del cuerpo está asociada a una postura específica de la mente, que se basa en una actitud mental abierta y curiosa, orientada a la observación más que al control; benévola, también, aceptando con una sonrisa las distracciones y los extravíos de la mente, pero regresando regularmente al ejercicio...

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